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La plaza de El Tenis en la cabecera provincial durante las ferias agropecuarias e industriales es el centro de operaciones. Trazan estrategias y compran en varias oportunidades, por lo que finalmente logran acaparar la mayor cantidad de productos. Lo que se venda en ocasiones no es importante, la meta consiste en poseer un número considerable de alimentos o artículos para “sacarle unos pesitos después”, “sobreviviendo” con la necesidad de las personas.

La situación resulta común en varios escenarios de la provincia. Ya sea en los mercados, tiendas recaudadoras de divisas, o en centros de distribución de materiales de la construcción, los matanceros hemos sido víctimas de los revendedores o acaparadores, y a pesar de traducirse en cotidiano es necesario combatirlo severamente.

En ocasiones el acaparamiento es aplaudido por los consumidores, y disminuir el tiempo de espera en los centros de venta constituye uno de los motivos por los cuales se defiende la actividad.

Un aspecto a considerar está relacionado con por los cuentapropistas.  Este sector que tantos beneficios ofrece a la economía, en varios momentos se muestra como el responsable de la insuficiencia de producciones nacionales e importadas, situación que adjudican principalmente a la ausencia de un mercado mayorista que los abastezca de forma satisfactoria, que afecta finamente el bolsillo del consumidor.

Recordemos al huracán Irma y los daños causados en la vivienda y cómo se establecieron grupos de trabajo para posibilitar que los materiales de construcción culminaran en familias que realmente los necesitaban; o cuando meses atrás los mercados cubanos palparon la ausencia de algunos alimentos y cómo los directivos establecieron un máximo de artículos por consumidor; y recientemente, ante la situación energética cómo se abastecieron los puntos de venta para evitar que un grupo de personas se enriqueciera ilícitamente a partir de la compra excesiva de ciertas elaboraciones de primera necesidad; mostrándose así formas de actuar eficientes.

Semanas atrás una vecina comentaba su descontento al acudir a una tienda para adquirir un producto que según le comunicaron, existía en grandes proporciones. Ante la presencia nula en los estantes se sorprendió cuando en la entrada de dicho establecimiento un pequeño grupo ofrecía lo que buscaba a precios prohibitivos, aunque finalmente accedió a las presiones y llevó uno a casa. Se cuestionó lo que muchos: ¿cómo es posible que los revendedores o acaparadores estén presentes en cada ocasión en que un almacén se abastece?, ¿en qué medida los dependientes pudieran racionalizar la compra de los bienes?, ¿a quién corresponde supervisar que el artículos llegue a un número superior de personas con el precio original?.

La experiencia ha demostrado que ante ciertas situaciones los acaparadores han cesado sus actividades. Corresponde entonces aplicar las medidas correspondientes en todo momento al tiempo que se protegen al consumidor y su economía.

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